Mi proceso de introspección, de paz interior, de tomar esta "nueva oportunidad" de la mejor manera posible, desde el silencio, no me alcanzó para llegar a las 00:00 horas del 31 de Diciembre, de manera digna, saludable, energética y calmada.
"Basta con decir que, en esa noche concreta, él seguía siendo tanto mi faro como mi albatros. Lo único que me parecía tan impensable como irme, era quedarme. No quería destrozar a nada ni a nadie. Solamente quería marcharme silenciosamente por la puerta de atrás, sin ningún jaleo ni secuela, y no parar de correr hasta llegar a Groelandia". ("Come, reza y ama". Elizabeth Gilbert)
A las 20:00 hrs. yo ya estaba dando vueltas en círculos con las manos arriba. Entre más miraba el Facebook y el Twitter, más me angustiaba. Eso de los buenos augurios, de la felicidad incalculable, las fotos frente al espejo con las mejores pintas, estaba lejísimo de lo que yo podía bancarme como mujer. Fue tal mi desesperación que concreté una idea que tenía en la cabeza. Hace unos días le dije a alguien que ya no podía arrancar, ya que para poder hacerlo necesitaba que, al menos, alguien me persiguiera. Sin embargo, en ese instante, yo tenía la necesidad imperiosa de correr, correr, correr, necesitaba escaparme de mí misma. Como loca, salté de la cama, me cambié de ropa y a los segundos estaba corriendo desesperada en un parque en donde a las 20:15 hrs. no había nadie, se sentía el olor a cenas de año nuevo: Parrillas, pollos, arroz, etc., y yo, enchufada al iphone, corría, corría, corría, hasta que me sentí morir y me tiré en el pasto. Ahí descubrí que no podía escapar de lo que sentía, no podía escapar de mí misma, por más que corriera. Descubrí también lo mal que me tenía el "pucho" (cigarro) y que es rico tirarse al pasto a mirar las nubes a las 20:45 de la tarde.
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