Daily Happiness: No sé si quiero tener hijos humanos.

Tengo una madre maravillosa, que se encarga hasta el día de hoy de ayudarme a ordenar el día. Mis papás siempre me han tratado como reina, es más lo han verbalizado "Esta nació para ser reina" y no se equivocaban. Soy más reina de lo que ustedes piensan que soy. Nací el año 84, bajo la dictadura militar de mi país, en el bando de los protegidos (No era tal, pero bueno!). Soy la 2° hija de un matrimonio, que llevaba 6 años juntos (de marido y mujer), 6 años de pololeo y ya una hija, Isabel Margarita, mi hermana mayor. 

La historia de mi gestación es medio confusa, en la época no existían tantos controles ni ecografías como ahora, así es que mi madre vino a saber que era niñita cerca de mi nacimiento. Mientras estuve en la útera-diosa de mi madre, pareciera ser que le hice la vida imposible, ella siempre nos cuenta que conmigo (en el vientre) no soportaba más que sopas Maggies y se la llevaba vomitando hasta por los respiros. Nací después de las 40 semanas, asfixiada y medio morada. Estoy segura de que no quería nacer, de algún modo, necesitaba sentirme protegida un rato más; sin embargo, aquí me tienen casi 30 años después, a veces con una ganas inexplicables de volver a la útera-diosa que me cobijo antes de ver la luz del día. 

Como todos, no tengo muchos recuerdos de mi primera infancia, tampoco existían las cámaras digitales para retratar cada minuto y pareciera ser que los álbumes en mi casa desaparecieron. Conozco como fui de pequeña por unas cuantas fotografías que mi abuela y mi tía atesoran. 

Mi hermana mayor, hace dos años es mamá de mi maravilloso sobrino Domenico, es inexplicable el amor que siento hacia él, de verdad, es el amor después del amor, llegó a iluminar nuestras vidas, a renovarlas de encantos, a darle continuidad. 

Tanto a mi madre y a mi hermana las admiro profundamente, ellas en su roles de madres, son las mejores del planeta. Admiro a mi madre por haber tenido la voluntad de dejar su vida juvenil por tenerme a mi hermana y a mi, porque pese a lo molestosa que fui durante mi gestación, no dudó ni un segundo en seguir soportándome hasta el día en que nací (y por casi 30 años más). Admiro la generosidad de su alma, por seguir a mi papá a Santiago, por dejar de lado sus propios deseos e intereses por vernos crecer, porque finalmente dejo todo por cuidarnos, sobretodo a mi, que era la más "debilucha" de las dos.  Mi madre siempre se ha preocupado de cada detalle de nuestras vidas, de la mía de sobremanera, porque sumado a ser la más pequeña (hasta que llegó Domenico) tenía el complejo de reina y todo me lo hacían, cuando ella no estaba, mi hermana quedaba a cargo de mi y así. 

Admiro la maternidad de mi hermana, por tener la valentía de decidirlo. Es tan difícil hoy en día decidirse a ser madre, que a priori se necesita una armadura de hierro para no autosabotearte con la decisión tomada cada día del embarazo. La admiro porque a pesar de lo rápida y agitada que es la vida de las mujeres jóvenes, ella ha sabido conjugar su vida de madre con su vida de mujer, en un equilibrio casi perfecto. 

Pese a estas maravillosas experiencias y las que sin duda vivencié con mis tías, mis abuelas y mi bisabuela, yo no sé si quiero ser madre de un humano (ya soy mamá perruna y a ratos, eso me basta). Táchenme de egoísta, de ególatra, de individualista, de todo lo que quieran, pero me costaría tanto dejar mi vida por un otro, no sé si podría llegar al equilibrio de poder ser madre y mujer a la vez. Creo que podría ser lo uno o lo otro, como toda mi vida, llena de excesos. Lo cierto es que esto tiene que ver con el absoluto temor de dejar de ser quien soy, por ser algo que no conozco. Me ha costado tanto poder re-conciliarme conmigo misma, que ahora que estoy aquí, abrazando la oscuridad de mi noche con la luna llena a mi favor, no sé si quiero pasar a un estado diferente. 

Reconozco que si me hubiesen preguntado esto a los 25, me hubiese lanzado sin pensarlo. A los 25 yo era harto más temeraria de lo que soy ahora. Actualmente, no doy un paso sin meditar y reflexionar cada centímetro de movimiento. Pero la vida me ha cambiado, no sé si para bien o para mal, pero me ha cambiado. Ahora, casi a punto de los 30, definitivamente no sé, si quiero esos hijos humanos. 

Si estoy segura de que quiero ser madre, eso me nace instintivamente hasta con las chinitas que llegan a mi ropa. Creo que desde que soy profesora (desde el 2007) lo soy un poco, pero esto no tiene que ver con eso de la profesión misma, tiene que ver con que quiero parir mis ideas, mis proyectos, quiero ser madre de lo que construyo día a día en mi cabeza, eso es lo que más me motiva en la vida, me ha movido cada minuto que he luchado incansablemente por ganarle al día. Porque si, señores, ser dueña de sus ideas, proyectarlas, construirlas, darle significado y significante, tiene mucho de ser madre y yo quiero ser la mejor mamá de todas.