Por Natalia Soto / @nataliasotol de El Diario de Naty
Queridas amigas mías, hoy no pretendo hacer una crítica de cine, ni menos un comentario especializado respecto a la recién estrenada película “Bajo la misma estrella”, la cual tuve la oportunidad de ir a ver el fin de semana pasado. Lo único que quiero transmitirles, es lo que yo sentí con la película, mi opinión pero desde la “guata”.
Lo primero es contextualizarlas un poco respecto a la historia de la película: Hazel acaba de cumplir 16 años y tiene cáncer. A pesar de que un tratamiento ha conseguido reducir su tumor de forma casi milagrosa, es una enferma terminal. Los médicos no pueden decirle cuánto tiempo le queda; solo sabe que debe vivir pegada a un tanque de oxígeno y sometida a continuos tratamientos. Un poco obligada por su madre, quien considera que su hija adolescente está sumida en una depresión, empieza a asistir a un grupo de apoyo donde otros jóvenes como ella comparten sus experiencias. ¿Qué sentido tiene hablar con otras personas de lo que nadie puede cambiar?, piensa Hazel. Pero su vida da un verdadero vuelco cuando ahí conoce a Gus Waters…no les cuento más nada para así no arruinarles la película.
Creo que hace tiempo mi corazón ávido de películas melosas y de amor (único aspecto en mi vida donde me florece lo romántica) estaba buscando una película como esta. Fui a verla sin tener ni la más mínima idea de la historia, había escuchado harto del libro escrito por John Green y su parecido con la serie de TVN “Pulseras Rojas”, pero más que eso, ni idea…quería dejarme sorprender.
Afortunadamente, me sorprendí gratamente y desde el minuto uno. Enganché de inmediato con la historia y sus personajes. Incluso me gustó mucho los colores de la película, las locaciones, la belleza de los actores que interpretan a cada personaje, no sé, todo era lindo, amoroso.
La película en sí se empieza a desarrollar en torno al drama que vive Hazel y su cáncer terminal detectado cuando era muy pequeña. Sin embargo, durante el film hay muchas escenas y situaciones que te sacan varias risas a carcajadas, pero también hay que estar preparado para llorar a sollozos. Es casi tragicómico escuchar a toda la sala de cine llorando sin consuelo, porque así es y no estoy exagerando.
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