Y después se quejan que nos fijamos en sus lucas, que entre más abultada es (la billetera) mucho mejor. Pero, ¿y qué es lo que ofrecen ellos?
Estas últimas semanas he estado haciendo una exhaustiva revisión a la aplicación Tinder, que sirve para encontrar "pareja" (si es que te sientes dispareja) y me he fijado en el pequeño y gran detalle que exhiben los hombres que ingresan a esta aplicación.
Es cierto, desde que existe Fotolog ("taaaaaaa", suena el carnet en el suelo) todos nos preocupamos de subir a internet la foto "más mejor", la con más prestancia, la más ondera y, desde que existen las cámara digitales, nos dedicamos a practicar poses que nos favorezcan. Desde aquellos tiempos, todos, absolutamente todos somos mucho más fotogénicos, ¡pero es que estos cabros se pasaron! A la foto estilosa, con sonrisa pep, le agregan el par de lentes más caros, el reloj de marca más ondero, la playa paradisiaca, un BF (Bronceado Fascinante) mejor que el tuyo y el manso pedazo de auto de marca bakán, del año, obvio. Entonces, mi capacidad de discriminar se confunde, porque en Tinder son todos ricos, en todo sentido, minos, guapos, estupendos y con lucas, porque de otro modo no me lo explico.
El tema está en que los hombres, en general, se quejan medio en broma, medio en serio, de que las mujeres siempre nos fijamos en su billetera (como si nosotras tuviésemos esa capacidad innata de tener siempre menos que ellos... ¡bah!, porque eso es lo que piensan) y yo me pregunto, con tanta foto ondera: ¿Es posible fijarse en otra cosa? En los instantes en los que vitrineo pienso: "Este es viajero, podría viajar", "este es deportista, buena resistencia", "este tiene lentes bakanes, algo cacha de tendencias", es imposible, ¡imposible! mirar sus fotos y decir: "Este tiene cara de buen corazón", "este es noble". ¿De a dónde? No se puede pensar más que en "si se fue a Tailandia, o está terriblemente endeudado o tiene más lucas que Don Francisco". ¡Hombres! Es inevitable.
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