EL PLACER DE HACER EXACTO LO INCORRECTO

Frase mítica de Miranda, Mi amooor! Del primer single que llegó a nuestro país "Yo te diré", es casi una frase de bronce en mi cabeza; con ella justifico todos los tropiezos de la vida "El placer de hacer exacto lo incorrecto", porque es verdad, no hay cosa absolutamente más rica que hacer lo que sabes que no debes hacer. 

Díganme si no es rico comerse un pan amasado caliente con mantequilla cuando estás a dieta, comerse un completo enorme después de haberte matado en el gimnasio, meterse al instagram de tu ex para ver sus fotos, salir con el peor hombre de la vida sólo porque besa rico, porque tiene el sabor de lo equivocado. 

Más allá de todo elegimos libremente, tropezarnos con la misma piedra, por más que jures que quizás él no es para ti, que te pones a dieta el lunes, que correrás 10 minutos más cada día, la adrenalina que provoca hacer lo indebido es lo que te lleva mil veces a tomar decisiones sumamente arriesgadas e incluso dolorosas con tal de vivir un mágico momento de felicidad, que no es más que eso, un micro segundo, en el que elegiste olvidarte de todo (y de todos) 

Pero ¿Por qué elegir el placer de hacer exactamente lo incorrecto? Porque estamos llenos de normas, de reglas, de estándares, que nos indican el deber ser que a veces resulta ser tan re fome. No me digan que es más rico comerse un plato de lechuga con queso fresco que una hamburguesa, no me digan que es más rico dale un topón de beso a tu pololo en frente de todo el mundo, que darle un beso al mino que nadie sabe que existe atrapados en el auto, ¡O SEA! Creo que definitivamente todos seríamos un poco más felices si lo incorrecto fuese el pan de cada día, pero es precisamente lo que hace de esos momentos, instantes perfectos, de esos para atesorar, de esos que te hacen suspirar. 

Si pudiera elegir, elegiría irme a Puerto Varas contigo aunque seas todo lo que no quiero, elegiría comerme el pan con mayonesa Kraft, elegiría quedarme en la casa en vez de irme al gimnasio, porque cuando todo comienza, no hay nada más rico que tropezarse dos (tres, cuatro, cinco y hasta 10) veces con la misma piedra.