Por Natalia Soto / @nataliasotol para @eldiariodeNaty
Con motivo de nuestro matrimonio, unos muy buenos amigos colombianos, residentes actualmente en New Zealand, nos vinieron a visitar. Estuvieron con nosotros por un poco más de 1 semana y la verdad es que hicimos varios panoramas entretenidos con el objetivo de que ellos pudieran conocer un poco más de Chile y, sobre todo, Santiago.
Fue así como dentro de este copado itinerario una de nuestras últimas salidas fue ir a comer al Crepes&Waffles del Costanera Center, lugar con el que ellos alucinaron al verlo instalado en Chile, ya que sus orígenes se remontan al año 1980 en Bogotá, Colombia y es, prácticamente, parte de la idiosincrasia de los cafeteros. Una vez instalados en la mesa y decidiendo qué pediríamos, nuestros amigos nos empezaron a relatar la historia de cómo se fundo esta empresa, la cual es tan linda que no puedo evitar comentar. De mito y realidad, seguro que tiene esta historia, sin embargo, ésta ya es parte de las creencias colombianas y, la magia está en creer.
Se trata de una pareja de enamorados que eran compañeros de universidad y que hicieron su proyecto de título sobre el montaje de una empresa de crepes y waffles. Les gustó tanto la idea que la hicieron realidad en el garage de la casa del padre de ella, abriendo así la primera tienda de manera muy rústica. Un día pasó una anciana, probó los waffles que vendían y les dijo que eran lo más malo que había probado. Les comentó también que ella tenía una receta secreta y que al día siguiente se las llevaría. Así fue, y apenas los dueños tuvieron la receta en sus manos, empezaron a ejecutar la preparación al pie de la letra. De ahí en adelante, la historia ya es conocida. El éxito fue inminente y no tardaron en convertirse en una cadena alrededor de todo Colombia y luego en Sudamérica…¿Qué pasó con la anciana? Nunca más la volvieron a ver, a pesar de que la buscaron por todas partes, pusieron anuncios para encontrarla y agradecerle, pero nada. Ellos lo atribuyen a Dios.
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