martes, 21 de enero de 2014

#ESTADOCIVIL 12: LO BUENO NO SIEMPRE VIENE EN FRASCO CHICO

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¿Han escuchado cuando las mujeres dicen “lo bueno viene en frasco chico”? Muchas lo hacen refiriéndose al tamaño, o sea, perdón, a la estatura (espero) de sus hombres/novios/pololos/concubinos. Personalmente me parece una frase conformista.
Yo no soy del porte de una mujer chilena promedio, mido 1.70. Siempre fui la más alta de todo, la más alta de mi curso, de la fila, de la sala, por lo que me sentaban siempre atrás.
Más encima, amo los zapatos, y no los bajos, sino los que tienen taco, ¡ni hablar de los stilletos! Mi amor por ellos comenzó con unos de charol (incluso esos tenían taco, pequeño pero taco al fin) que me compró mi papá con mucho esfuerzo en el centro. Mis ojos brillaron como nunca, y desde ahí nunca más abandoné esta pasión. ¡Tengo de todos los colores posibles! Y entre más altos mejor.
Hasta ahí ningún inconveniente. El tema se suscitó cuando llegó el minuto de comparar mi estatura con la de algún hombre que quería salir conmigo. Eso resultó ser todo un desafío. Por ejemplo, en mi adolescencia cuando me empezaron a gustar niños de mi edad, y tuve que comenzar a reparar en sus alturas, por lo que la selección partía siempre, desde un punto de vista físico. Tan así era, que en mi casa solo desfilaban hombres altos.
Todo bien hasta que se me ocurrió “enamorarme” de uno que era de mi mismo porte. Para un idilio telefónico era perfecto; ¿correos electrónicos?, de lo más romántico; ¿tomarse algún helado en algún lugar?, una ternura. Sin embargo, llegada la hora de caminar juntos de la mano, el tema se volvía una tortura. Yo me ponía nerviosa, me sentía demasiado incómoda, como que mi brazo era más largo que el de él, tanto así que no podía abrazarlo con libertad, y hasta darnos un beso era un drama. (¿Hace falta que les cuente que el romance duró bien poco?)

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